Walking Dead
He de admitir que me gusta el sano ejercicio fisiológico del caminar. Madrid es una ciudad idónea que se
presta a patear. Quizás en la práctica de los pasos, se encuentra la noble
tarea del observador.
Caminar en grupo es como el tour, un pelotón, un deporte. La
escasez del color le resta la
lógica de la competición y la meta te convierte en un gemelo gastado; sin más
afán que un primer día en el gimnasio. Pasear es un arte que se aprende robando
el tiempo.
No hay pantalla más sutil que una parada, un cambio de
sentido, cruzar, cruzarse, mirar; cerrar los ojos, mirar; sentir la luz en la
piel, mirar lo que otros miran y no ven; esperar la señal, no correr, percibir
la mañana a punto de contaminarse, no atajar, un café y salir al camino, tomar
el tiempo, mirar.
Solo: en una charla constante con mi íntimo pensamiento.
Caminar sin el conflicto del destino es la tentación de el
buscón.
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